Dolor 2.0
Octavio Islas
Tras la terrible tragedia ocurrida en Japón, los nuevos medios sociales una vez más cumplieron útiles funciones informativas y, principalmente, de vinculación y enlace entre millones de damnificados y sus familiares y amigos. Ello definitivamente ya no es noticia.
El devastador terremoto registrado en la costa Pacífico de la región de Tōhoku, cuya magnitud fue estimada en 9,0 MW, de acuerdo con la escala sismológica de magnitud de momento, con 2 minutos de duración, y que ocurrió a las 14:46:23 hora local (05:46:23 UTC) del viernes 11 de marzo de 2011, provocando tsunamis de hasta 10 metros, hoy es considerado como el sismo más potente que ha sufrido Japón y el quinto entre todos los terremotos medidos hasta la fecha.
Dadas las interrupciones en los servicios de telefonía, millones de japoneses recurrieron a las principales redes sociales y a las redes Mixi y GREE, muy populares en Japón, para emprender la búsqueda de familiares y amigos. Debemos tener presente que a partir de mediados de enero de 2011, la columna vertebral de NTT Com para Japón y Estados Unidos llegó a 400 Gbps. El ancho de banda disponible en Japón permitió soportar el tráfico informativo.
Según datos de la Internet World Stats (IWS), en 2010 la población total en Japón fue estimada en casi 127 millones de habitantes, de los cuales 99 millones son usuarios de Internet. La IWS estimó la penetración de Internet en 78.2%
Facebook no es la red social más popular en Japón –menos de un millón y medio de usuarios-. La IWS estimó la penetración de Facebook en 0.6% Otras fuentes de información, por supuesto estiman un mayor número de usuarios de Facebook en Japón. No obstante, coinciden en destacar que Facebook no es la red más popular. Incluso se estiman más usuarios de Twitter.
El sábado 12 de marzo fue dada a conocer la fuga radioactiva en la planta nuclear en Fukushima, operada por Tokyo Electric Power (TEPCO). Tal noticia y la inmediata evacuación de la población ubicada en un radio de tres kilómetros alrededor de la central nuclear, a 240 kilómetros al norte de Tokio -en cuya área metropolitana se estima una población de 35 millones de habitantes-, detonó lógicas reacciones de pánico en redes sociales y blogs. El temor a la fuga radioactiva agravó exponencialmente los efectos del terremoto en la población. Las imágenes, videos y testimonios resultan tan dramáticos como dolorosos. Los prosumidores japoneses involuntariamente ejercen el periodismo ciudadano.
Por supuesto mi generación tiene muy presente las imágenes que en nuestra memoria dejó el terremoto registrado el 19 de septiembre de 1985, a las 7:19 AM tiempo del Centro (13:19 UTC), cuya duración fue estimada en poco más de dos minutos, con una magnitud de 8.1 MW. Esa traumática experiencia –supongo- nos volvió sensibles a los dolorosos estragos de los terremotos que ahora se registran con mayor frecuencia en cualquier punto de nuestro atribulado planeta.
Ese día el Canal 2 de Televisa estuvo 5 horas fuera del aire. No pocas estaciones de radio, particularmente en la banda de la AM, determinaron interrumpir su programación y dar paso a una generosa tarea: cumplir útiles funciones de vinculación y enlace ciudadano. La desgracia y el dolor forjaron solidarios vínculos comunitarios con lo que antes era ajeno y extraño. Entonces no disponíamos de Internet y la autogestión y solidaridad fermentaron en condiciones particularmente difíciles.
En el libro Entrada Libre, Carlos Monsiváis dio cuenta como la sociedad civil asumió un rol protagónico en las complejas operaciones de rescate: “abunda un heroísmo nunca antes tan masivo y tan genuino”. La inminencia del Mundial de México 1986 resultó determinante en la confección de las cifras. El número de muertos que fue reportado por las autoridades admite ser considerado como un indicador del manifiesto desprecio por la tragedia.
Ojalá nuestros topos –en su mayoría, verdaderos héroes desconocidos- repitan en Japón hazañas que nos hacen sentir profundamente orgullosos, por ejemplo, los bebés que rescataron en el Hospital Juárez.
Impotente, a miles de kilómetros de distancia, advierto a través de Facebook, You Tube, redes sociales, blogs, como las dramáticas escenas que en el citado libro refirió nuestro extraordinario cronista, se suceden una a una en Japón.

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