6336 México, Javier Esteinou, Premio Nacional de Periodismo 2010, Club de Periodistas, artículo de fondo

El Club de Periodistas de México otorgó al Dr. Javier Esteinou Madrid el “Premio Nacional de Periodismo 2010” en la categoría de “Artículo de Fondo”, en su XL Certamen Nacional de Periodismo, 1952-2010. En dicho certamen participaron más de 7,600 trabajos que enviaros múltiples sectores, nacionales e internacionales, vinculados con el examen de la comunicación social. Tal distinción fue entregada por el Jurado Calificador compuesto por 27 personalidades del ámbito de la comunicación nacional, el día 8 de diciembre en el Club de Periodistas de México, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Dicha presea fue conferida por la publicación de una serie de reflexiones críticas denominada “El Bicentenario y el extravío de la nación”, difundida en cuatro partes en el año 2010, por la Revista Siempre de la Fundación Pagés Llergo. En dichos análisis el Dr. Esteinou expuso que dentro de un marco de profunda crisis nacional en todos los niveles de desarrollo social, fue muy preocupante que el actual gobierno de la República organizara en el año 2010 el festejo del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución en México, mediante un gran show hollywoodense destinado para el consumo televisivo y no a través de un movimiento cultural para el impulso del pensamiento crítico que permitiera retomar el proyecto de crecimiento soberano del país.

Así, dicha administración política organizó un majestuoso montaje mercadotécnico con pirotecnias computarizadas, carros alegóricos, conciertos, coreografías, flamas carnavalescas, canciones melosas, proyección de imágenes láser en la Catedral, espectáculos masivos en pantallas ciclorámicas, etc. para dar a conocer al mundo un nuevo look nacional donde el país está unido pese a sus enormes problemas críticos que enfrenta en el ámbito de la economía, desarrollo, seguridad, educación, ecología, etc., donde los ciudadanos sólo participaron como simples extras cinematográficos y no como actores capaces de cambiar el destino de la República.

Por ello, la celebración oficial del Bicentenario fue el fracaso de la inteligencia y de la creatividad civilizatoria pues no se plantearon las preguntas básicas que requiere enfrentar la sociedad mexicana para construir un nuevo futuro para la República a través de repensar el proyecto global de crecimiento, de la educación, de la política, de la cultura y de la organización social.

De esta forma, los festejos del Bicentenario repitieron, una y otra vez, que durante casi dos siglos el Estado mexicano paulatinamente se consolidó como el poder institucional plural e independiente conformado por tres poderes republicanos y una Constitución Política nacional que construyó una nueva estructura tripartita de gobernabilidad para crear y dirigir al México moderno: El poder Ejecutivo, el poder Legislativo y el Poder Judicial. Así, se desenvolvió la gobernabilidad política del siglo XIX y los primeros tres tercios del siglo XX en el país para conducir la evolución de la sociedad mexicana dentro de un modelo político con tres poderes autónomos y complementarios entre sí que condujeron el desarrollo de la sociedad.

Sin embargo, no obstante las referencias anteriores el gobierno nunca reconoció que debido a los cambios estructurales que gradualmente introdujeron las tecnologías electrónicas de difusión colectivas a principios y mediados del siglo XX, la tradicional estructura política tripartita del Estado-nación sufrió fuertes mutaciones que transformaron su esqueleto, su esencia y su actuación social como autoridad rectora de lo público y del proceso de dirección nacional. En este sentido, por una parte, desde la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo XXI en México, las fuerzas de la difusión monopólica gradualmente se posicionaron por encima de las instituciones y poderes públicos del Estado convencional, para desplazar de forma paulatina y silenciosa al Estado-nación de su función rectora de la sociedad, particularmente en su tarea ideológico-político-cultural, y se erigió en un poder paralelo casi absoluto que enfrentó al Estado constitucional y arrolló las garantías colectivas constitucionales creadas por los anteriores movimientos históricos liberadores durante 200 años.

De esta manera, pese haberse edificado el Estado-nación como instan­cia rectora para conducir el crecimiento de la sociedad mexicana a lo largo de muchas décadas, éste se transformó sustancialmente con la presencia de los medios de difusión colectivos en nuestro territorio: desde 1920 –cuan­do surgió la radio–, 1950 –cuando emergió la televisión– y 1990 en adelan­te –al germinar internet con su correspondiente ciberespacio–, la estructura, dinámica y procesos de acción cotidiana del Estado-nación mexicano de forma gradual se modificaron esencialmente dando origen a nuevas reali­dades de gobernabilidad mediática que compitieron con la tradicional la­bor estratégica de dirección colectiva del Estado mexicano.

En este sentido, si a lo largo del siglo XX en México los medios electrónicos de difusión colec­tiva, en un principio apoyaron el afianzamiento del Estado-nación mexica­no para consolidar su funcionamiento, ideología, maduración y proyecto de gobernabilidad; en la medida en que se fortalecieron y autonomiza­ron como empresas particulares concesionadas, cada vez más autárquicas, se convirtie­ron en poderes fácticos que rebasaron al Estado. Así, dichos poderes adquirieron tanta fuerza autónoma sobre los poderes públicos en el siglo XXI que hoy son capaces de encarar, retar, golpear, rebasar y hasta subordinar las tareas y responsabilidades rectoras del Estado-na­ción tradicional, para imponer crecientemente al gobierno, a la clase política y a la sociedad sus intereses, su concepción de país y de vida cotidiana para expandirse como monopolios mediáticos privados comerciales e in­fluir preponderantemente sobre la dirección de la República.

De esta forma, dentro del profundo cambio en la jerarquía de poderes y fuerzas que conformaron el esqueleto del poder tradicional en el siglo XX y comienzos del XXI, la operación de los medios de comunicación como los grandes sistemas nerviosos y cerebros colectivos constructores de la conciencia cotidiana que organizaron y dirigieron a la sociedad, provocaron que en las últimas décadas en México la figura del Estado-nación sufriera una importante reconfiguración, que se tradujo en la evolución de la República Nacional Tripartita post revolucionaria a la nueva República Mediática posmoderna capitaneada por el poder de las industrias culturales y su estructura de fuerzas político-empresariales colaterales. Así, con la presencia de los medios de difusión colectivos se modificó la esencia y estructura del Estado mexicano tradicional creado con mucho esfuerzo por ambos movimientos libertarios de los siglos anteriores, y a principios del tercer milenio surgió un nuevo Estado mediático de naturaleza híbrida que es el que ahora funciona plenamente en la vida cotidiana contemporánea sin que los analistas, la clase política, la sociedad y la teoría del Estado contemporáneo mantengan clara conciencia de ello.

Bajo esta perspectiva podemos afirmar que si durante los siglos IXX y XX permaneció un Estado fuerte en el ámbito formal de las definiciones o conceptualizaciones doctrinarias de la teoría clásica del Estado mexicano; paralelamente en la contundente realidad del poder cotidiano concreto del tercer tercio del siglo XX a la fecha, emergió paulatinamente un Estado, cada vez más, débil para poder regir con justicia, equilibrio y democracia el complejo proceso de la gobernabilidad nacional, sin que se reconozca esta realidad por la conciencia del poder público moderno y masivamente se continúe manejando la idea mítica de la existencia del Estado poderoso de la posrevolución.

La actuación de dicho Estado mediático híbrido agravó más uno de los ángulos de la existencia del “Estado Fallido” en México caracterizado por ser una entidad rectora que cuenta progresivamente con menos capacidades de gobernabilidad para dirigir a la sociedad y que paradójicamente es el tipo de Estado que enmarcó la remembranza del Bicentenario libertario después de 200 años de lucha y de esfuerzos pacificadores de diversas generaciones de la sociedad mexicana para construir una entidad rectora soberana y fuerte en el territorio nacional. Esto es, después de dos siglos de luchas liberadoras en México, en la primera década del siglo XXI ya no asistimos a la presencia de un Estado superior más fortificado a lo largo del tiempo para dirigir a la sociedad mexicana durante el nuevo tercer milenio, sino que arribamos al Bicentenario de las revoluciones centenarias con la presencia de un Estado fallido que aborta las conquistas sociales ya alcanzadas históricamente, particularmente en el ámbito de la comunicación social.

En esta forma, paradójicamente en pleno contexto del festejo libertario del Bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución, a principios del siglo XXI la sociedad mexicana continúa sin contar con un marco legal democrático avanzado que norme con equidad la acción de la radiodifusión y las telecomunicaciones nacionales, y que permita que a través de estas infraestructuras sociales la mayoría de los ciudadanos ejerzan su derecho a la libertad de expresión, su derecho a la comunicación, su derecho a la réplica y su derecho a la información para construir un proyecto nacional de crecimiento más equilibrado y democrático en el país. Pareciera que el espíritu emancipador de la Independencia y la Revolución no pasaron por las estructuras de la comunicación masiva en México, pues continúa prevaleciendo un orden unilateral, discrecional, monopólico, concentrado, anti ciudadano, frívolo, antiético, etc. que corresponden más al viejo orden porfirista de la información del que la sociedad intentó liberarse, que al escenario de una nación democrática y soberana que es el modelo de comunicación que a través de muchas luchas cruentas se ha deseado conformar en los últimos dos siglos.

De esta forma, todo lo anterior simplemente fue un reflejo más de la fuerza histórica descomunal que han alcanzado los poderes fácticos comunicativos sobre la rectoría del Estado-nación y del espacio público colectivo para ejecutar sus magnos negocios radiotelevisivos en etapas de emergencia humana y conquistar más cuotas de poder político en México, éstos han debilitado la tarea rectora de éste en México. Hoy más que nunca, en plena atmósfera de festejo del Bicentenario de la Independencia y la Revolución Mexicana, se constató que estamos ante el triunfo de la Cuarta República Mediática derivada de la posmodernidad neoliberal en México que gobierna en base a la fuerza de la virtualidad, y no frente al funcionamiento de la Tercera República constitucional con su respectivo Estado-nación fuerte que fue la que construyó la sociedad mexicana a través de los movimientos emancipadores de los últimos 200 años para corregir sus desviaciones y desequilibrios históricos.

Bajo esta perspectiva podemos decir que si en los siglos IXX y XX la comunidad mexicana inició su camino con la esperanza de alcanzar condiciones de igualdad, justicia y democracia nacional a través de los procesos de la Independencia y la Revolución Mexicana contra el poder hegemónico; paradójicamente a iniciar el tercer milenio la sociedad nacional inicia su devenir con un proyecto neoliberal salvaje ultra pragmático, que por encima de todo, busca la obtención y la concentración de las máximas ganancias particulares a costa de lo que sea. Así, la comunidad nacional comenzó el siglo XXI con el legado de descomposición que dejó el final del siglo XX con la ideología del individualismo, el consumismo, la corrupción, el oportunismo, la competencia compulsiva, el desperdicio, la fragmentación humana, etc. que inculcó profundamente la mentalidad del neo capitalismo en el tejido de valores y hábitos de los habitantes; y comenzó su nuevo camino milenario sin un proyecto utópico que la guíe para obtener el nuevo cambio estructural que necesita para resolver sus enormes conflictos de crecimiento colectivo.

Es por esta razón, que en el marco de la conmemoración del Bicentenario de la Guerra de Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana –movimientos fundamentales para la creación del Estado mexicano–, la sociedad no debió conmemorar dicho acontecimiento como un espectáculo de entretenimiento más como lo propuso la programación de los monopolios de las industrias de la comunicación masiva, o como una ceremonia extra como lo formularon los sectores burocráticos del gobierno. En este contexto, era imperioso reflexio­nar, por ejemplo, si los medios electrónicos de difusión colectiva contribuyeron a afian­zar al Estado-nación –edificado a un costo muy alto en los últimos dos siglos–, o si mediante la acción de las comunicaciones electrónicas y las nuevas tecnologías de información se ha colaborado a erosionarlo hasta crear en la actualidad un área medular del Estado fallido mexicano, sin que la mayoría de la sociedad tenga conciencia de ello.

Por ello, en tal marco socio histórico es necesario exponer por una parte, diversos ángu­los conceptuales, históricos y empíricos sobre el fenómeno de transformación que ha experimentado el Estado-nación en México a partir de la emergen­cia de las mediaciones tecnológicas de difusión electrónica; y por otra, apuntar hacia nuevas perspectivas estratégicas que el gobierno y las comunidades deben seguir para rescatar los principios y los valores liberta­rios de la Independencia y de la Revolución que permitan refundar en nues­tro país un sólido Estado rector que establezca las bases comunicativas elementales para que las comunidades mexicanas se interrelacionen cotidianamen­te con el fin de crear

En este sentido, así como durante el movimiento de la Independencia en México en 1810 la población se liberó de la monarquía española y con la Revolución de 1910 se emancipó del poder terrateniente tirano de las estructuras porfiristas; ahora 200 años después en el 2010 en la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y la Revolución, a través del libre ejercicio de la comunicación colectiva, los ciudadanos deben emanciparse de su clase política despótica que por su irresponsabilidad ya no los representa políticamente y abusa impunemente de estos.

Debido a esta realidad, en este contexto de evocación histórica resulta central reflexionar sobre el nuevo tipo de Estado posmoderno que ha surgido en el país ante la transformación del Estado republicano tradicional que a comienzos del siglo XXI se desvanece, cada vez más, no obstante los enormes empeños independentistas que efectuaron los movimientos sociales populares a través de los procesos de autonomía histórica por la que lucharon en los últimos dos siglos en nuestro país para edificar un poder rector central que le imprimiera una dirección justa y equilibrada a la dinámica global de desarrollo colectivo de la nación.

Dichos acontecimientos forman parte del panorama que enmarca la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y la Revolución en México y exigen producir nuevos enfoques teórico, políticos y de autonomía histórica por la que lucharon en los últimos dos siglos en nuestro país para edificar un poder rector central que le imprimiera una dirección justa y equilibrada a la dinámica global de desarrollo colectivo de la nación y jurídicos para comprender de manera crítica el cambio de la realidad que ha experimentado la industria de la radiodifusión en el país veinte décadas después de su liberación despótica del poder de la corona española y de la tiranía terrateniente, con el fin de aportar nuevas propuestas que permitan la resolución de los grandes problemas nacionales en este ámbito. Es por ello, que en el contexto de la celebración del Bicentenario se requiere replantear radicalmente el funcionamiento orgánico de los medios de difusión colectivos y la orientación de la emergente Sociedad de la Información y del Conocimiento para cimentar una nueva comunidad nacional redimida de los permanentes lastres que han impedido su desarrollo en los siglos recientes.

Por este motivo, con el fin de contribuir al avance de la construcción de un proyecto de nación más virtuoso, en la conmemoración del Bicentenario es indispensable retomar esta dimensión analítica que nos posibilitará rescatar dichos momentos anteriores de la historia nacional desde los ideales originarios de los procesos de liberación del país y nos facultará para imaginar cuál puede ser en el futuro la tarea de estos elementos emancipadores para apoyar el largo proceso de crecimiento civilizatorio autónomo de nuestras comunidades nacionales en el tercer milenio, especialmente en el campo de la construcción de un nuevo modelo de comunicación colectivo.

De no realizar dichos análisis y propuestas de cambio estratégico, para su discusión y su puesta en marcha, en décadas futuras arribaremos al festejo de otro tricentenario más de la Independencia y otro bicentenario de la Revolución nacionales, sin haber solucionado los conflictos ancestrales de crecimiento y estabilidad de la sociedad mexicana. En ese caso habrán transcurrido nuevamente otros tres siglos más de la presencia de tales eventos emancipadores, con la organización de muchos shows, montajes televisivos y espectáculos hollywoodenses, sin haberse rescatado y aplicado la esencia del espíritu soberano, libertario y democrático que distinguieron tales movimientos de renovación social por los cuales en el pasado lucharon y dieron su vida muchas generaciones de ciudadanos en nuestro país.

El Dr. Esteinou Madrid es investigador Titular del Departamento de Educación y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, y por segunda ocasión ganó el “Premio Nacional de Periodismo”, otorgado por el Club de Periodistas de México, A.C. Anteriormente en el año 2004 también obtuvo dicha distinción en la  misma categoría Artículo de Fondo, por sus series de análisis denominados “Pueblos indios y medios de comunicación”, “Video escándalos y proyecto nacional”, y “La reforma a la Ley Federal de Radio y Televisión”.

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