La cancelación del noticiero de Carmen Aristegui en W Radio es una pésima noticia para la vida pública y la democracia en México. En los años recientes, con perseverancia y profesionalismo, ese espacio radiofónico se convirtió en referencia indispensable para conocer asuntos, enfoques y voces que no siempre tenían cabida en otros medios de radiodifusión.
La decisión del grupo PRISA en México, que administra los contenidos de las radiodifusoras de Televisa, confirma los riesgos que ocasiona la concentración de muchos medios en pocas manos. El acaparamiento de frecuencias radiofónicas y televisivas en unas cuantas empresas se ha convertido en uno de los diques más importantes para el desarrollo de la democracia en este país. Esa concentración puede significar restricciones para la libertad de expresión como la que, en la práctica, está ocurriendo con la supresión del programa de la periodista Carmen Aristegui.
Tal decisión, por otra parte, es contradictoria con la amplia audiencia que había alcanzado el noticiero matutino de XEW. La empresa ha manifestado que “el modelo editorial” practicado por Aristegui y su equipo de colaboradores resultaba “incompatible” con los parámetros establecidos por PRISA y Televisa. Lo que ha conocido el público que hasta ahora escuchaba ese noticiero era un desempeño profesional, que ha tenido uno de sus principales méritos en sus enfoques críticos y en el periodismo inquisitivo que desarrolla. La apertura a todas las posiciones involucradas en un acontecimiento, el cumplimiento irrestricto del derecho de réplica y una constante interacción con sus radioescuchas, han sido rasgos del periodismo que ejercen Aristegui y sus colaboradores. Es necesario que los directivos de XEW precisen con cuáles de esos atributos profesionales no están de acuerdo y, desde luego, que expliquen cuál es el “modelo editorial” que proponen para la radio que manejan en México.
Esta decisión es una patente falta de respeto por el interés del público que hasta ahora había tenido esa emisora. En nada se distingue esa actitud del modelo autoritario, ceñido al afán mercantil y a las conveniencias políticas que de él se derivan, que ha sido preponderante en la radiodifusión mexicana. La cancelación del noticiero de Carmen Aristegui ratifica la necesidad de que México cuente con una legislación moderna para la radiodifusión y las telecomunicaciones, que sea capaz de propiciar la pluralidad de contenidos, acotar la concentración mediática y garantizar el respeto a las audiencias.
Asociación Mexicana de Derecho a la Información
México D.F., 4 de enero de 2008.

El “starsystem” en la comunicación
A. GABRIELA G. BUENROSTRO
08 de enero del 2008
En La Jornada de hoy, Emir Olivares escribe una nota referente a la reacción de Javier Mérida, director de la W, y de Daniel Moreno, director de contenidos de la misma estación. “Mérida se dijo sorprendido de que diversos medios de comunicación y algunos personajes de la política manejaran la versión de que la salida de Aristegui se haya debido a un acto de censura”.
Asimismo, afirmó que tampoco seguirán apostándole al “starsystem”. Con esto quiere decir que ningún conductor debe estar por encima de la información y que pretende homologar los contenidos. Es decir, más de lo mismo. En todos los noticieros escucharemos las mismas noticias como ocurrió con el fallido proyecto ECO.
Amén de que existen opiniones que aseguran que los que hemos exagerado al reaccionar con molestia por la cancelación del noticiero dirigido por Carmen Aristegui porque, como argumentan, se trata de una situación de índole laboral en la que el patrón ya no está interesado en el trabajo de su empleado, cabría que nos imagináramos si, de haber sido el partido de oposición el que ganara las elecciones, Carmen continuaría, como cada mañana, al frente de su informativo.
Irrefutable es que la información debe ser la protagonista, pero nadie puede negar que es muy importante quién la da a conocer. No se trata, pues, sólo de repetir y aventar a diestra y siniestra hechos y datos. Se necesita de una guía que nos ayude a interpretarlos y el éxito de Carmen, en este sentido, es su don de interpretación.
El “starsystem”, ése que Mérida y demás directivos no quieren seguir, es el que prevalece especialmente en los medios electrónicos en donde desfila, todos los días, la bancada televisiva y radiofónico –también están en radio—que fue a hacer bola el 11 de septiembre del 2007 con la misión de defender el derecho a la libertad de expresión. En realidad, pretendieron defender las carteras de sus patrones.
¿De quién de aquellos que estuvieron ese día se puede decir que posee agudeza crítica, que es plural y valiente para tocar los temas que “nos duelen”? En este tenor, Carmen no era la “estrella” de Hoy por Hoy. Eran los hechos y el ojo avizor de Aristegui para tocar todas sus aristas.
Qué incómodo que insistiera, por ejemplo, en que la muerte de Ernestina Ascencio se debió al ataque brutal de gente del ejército y no a un “malestar gastrointestinal”, como se adelantó Calderón a declarar. Qué molesto que hablara con Sanjuana Martínez sobre los sacerdotes pederastas y la complicidad de Norberto Rivera. Qué lata que transmitiera extractos de los discursos de Andrés Manuel. Qué terrible que reuniera a tres representantes de los tres partidos que pugnaban por la presidencia en el 2006 en sus mesas de diálogo y opinión. Y qué atrevimiento el suyo dar a conocer la plática telefónica entre Nacif y Marín hablando del justo castigo que merecía Lydia Cacho por meterse en donde no debía. Aunque lo inconcebible fue la mañana en que dijo que la Ley Televisa era anticonstitucional.
Su pecado capital, escribir lo siguiente el 14 de septiembre del 2007, tres días después del ridículo que hicieron las pandillas Televisa, TV Azteca e Imagen ante los senadores: “Me preocupa el tufillo golpista que percibo en algunos de mis colegas. No comparto en modo alguno la idea de que esta reforma constitucional ponga en riesgo ni mi libertad, ni la de ningún ciudadano de este país, para expresar opiniones de ningún tipo. Sí creo que la reforma significa un paso trascendente para la vida democrática de México.
Esas son las razones de peso que levantaron ámpula y la pusieron en la mira de los dueños. Como dijo anoche María Amparo Casar en Primer Plano: “Muchas veces especulamos razonadamente. No es una cosa que imaginemos. En efecto, aquí a pesar de que el dios rating estaba del lado de Carmen Aristegui, el dios de la comercialización también estaba del lado de Carmen Aristegui, no se le renovó (el contrato)”.
Lo que es seguro es que no se le puede acusar de no haber sido plural, punzante, suspicaz y, por sobre todo, de haber puesto a pensar a la población, asunto que, por supuesto, no le conviene ni a un gobierno ni a un sistema mediático que quiere a una sociedad ignorante.
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De acuerdo.
El tiempo nos ha demostrado que Televisa «comprendió» cuan incómodo resultaba el trabajo periodístico de Carmen para el poco tolerante gobierno de Felipe Calderón.
En el gobierno de Fox, algunos directivos de Televisa besaban la mano de Marta Sahagún -tan simpática y honrada- para gestionar favores presidenciales. Ahora proceden de forma similar a los tiempos de la presidencia imperial: despiden periodistas incómodos al régimen.
La intolerancia de nuestra derecha admite ser considerada como proporcional a su ignorancia.
Octavio Islas
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