9282 Octavio Islas, El Universal, Tech Bit, proyecto Internet, Nuestros indignados, 28 de mayo de 2012

Nuestros indignados
Octavio Islas

Definitivamente no hay nada más práctico que una buena teoría. Si a través de Marshall McLuhan conseguimos reconocer el formidable imaginario comunicativo de Internet, a través de Herbert Marcuse podremos advertir nuevas e insospechadas posibilidades de protesta, liberación y ciberactivismo.

Internet y las redes sociales han observado un relevante papel en las recientes expresiones de protesta. Durante la revolución iraní de 2009, Internet fue considerado un “medio libertador”. De acuerdo con The New York Times, algunos manifestantes inclusive “disparaban tweets” frente a las balas. Por supuesto algunos críticos han afirmado que la mitificación libertaria de las redes sociales en realidad respondió a los intereses mercadológicos de Twitter y Facebook.

En algunos de los más herméticos países del mundo islámico, las expresiones de protesta en los ambientes mediáticos online consiguieron trascender el ciberespacio, precipitando incluso la caída de algunos dictadores, quienes entonces pretendieron emplear los medios de comunicación convencionales para descalificar el alcance y las razones de las protestas. Para los manifestantes, Twitter y Facebook efectivamente cumplieron útiles funciones de resonancia informativa.

En la llamada “Primavera árabe” se libró una singular batalla entre los medios masivos convencionales y los nuevos medios sociales, decisiva en la gestación de un nuevo orden informativo internacional. En el caótico contexto de la rebelión, los medios masivos convencionales, subordinados a la voluntad de los gobiernos dictatoriales y acentuadamente centralizados, resultaron incapaces de poder competir con la oportuna oferta informativa, pero sobre todo, con las útiles funciones de enlace ciudadano que cumplieron los nuevos medios sociales.

Además se debe tener presente que miles de indignados en España emplearon las redes sociales como una de las principales plataformas en su organización, y como un efectivo medio de difusión.

En México permanecíamos indiferentes y ajenos a las razones universales de la indignación y la protesta. Las campañas presidenciales transcurrían con predecible monotonía. Los resultados de las encuestas realizadas por determinadas casas encuestadoras pretendían persuadirnos de la ventaja definitiva de Enrique Peña Nieto, candidato de la Coalición Compromiso por México, integrada por el Partido Revolucionario Institucional y Partido Verde Ecologista de México.

Las neuróticas expresiones realizadas por la dirigencia priista a los cuestionamientos que recibió Enrique Peña Nieto en su visita a la Universidad Iberoamericana, el viernes 11 de mayo, propiciaron razonada indignación en los estudiantes de la UIA como en la comunidad estudiantil, en general.

 

Para colmo en el sitio web de Enrique Peña Nieto fue descubierto un video realizado por el equipo de campaña, en el cual se ofrece una visión muy distorsionada de los hechos ocurridos durante la visita del candidato presidencial de la Coalición Compromiso por México a la Universidad Iberoamericana, en el cual además se hacen pasar a conocidos “ectivistas” como estudiantes de la citada casa de estudios, cuando en realidad no lo son.

 

En respuesta, 131 estudiantes de la Universidad Iberoamericana –jóvenes manipulados por las redes sociales e Internet- dieron a conocer un video a través de YouTube, en el cual ofrecen datos que permiten confirmar su condición de estudiantes de tan reconocida casa de estudios, y el miércoles 23 de mayo realizaron un acto de profundo significado simbólico en los alrededores de la Estela de Luz, en la Ciudad de México. Expresiones similares fueron realizadas en otras ciudades del país.

 

El porvenir de la llamada “Primavera Mexicana” aún parece incierto, por ahora los estudiantes han denunciado a aquellos medios de comunicación que se han distinguido por practicar una reprobable manipulación informativa. Además la revuelta reivindicativa de los estudiantes ha establecido un parteaguas definitivo en el desarrollo de las campañas proselitistas, demostrado la capacidad de movilización ciudadana desde el imaginario de las redes sociales, y anticipando la paulatina extinción de los operadores políticos, cuya función primordial ha sido garantizar la efectiva concurrencia de las “fuerzas vivas” en los mítines y actos públicos de candidatos a puestos de elección ciudadana, a partir de objetables prácticas clientelares.

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