Al presidente Barack Obama le ha tocado presenciar el desmoronamiento definitivo de la influencia hegemónica de Estados Unidos en América Latina y el Caribe. Un resultado evidente, inocultable, de la VI Cumbre de las Américas en Cartagena de Indias, Colombia, es el aislamiento estadunidense: un perfecto tiro por la culata contra la pretensión de Washington de formalizar de nuevo la exclusión de Cuba del sistema interamericano. Con la sola excepción de Canadá, es decir, el único otro miembro no latinoamericano ni caribeño de la Organización de Estados Americanos (OEA), los jefes de Estado y de gobierno de la región se negaron a firmar un proyecto de resolución conjunta, cocinado por el Departamento de Estado, mediante el cual se pretendía revalidar la ausencia forzosa de Cuba, impuesta por Washington en la reunión de la OEA en Punta del Este, Uruguay, en enero de 1962, cuando solamente México rompió la vergonzosa unanimidad de aquel entonces.
