Octavio Islas
El pasado martes 24 de mayo dio inicio en París, Francia, la Cumbre Tecnológica del G-8 –grupo en el cual participan los gobiernos de Estados Unidos, Japón, Alemania, Italia, Francia, Reino Unido, Canadá y Rusia-, cuyo principal propósito fue analizar la creciente influencia de Internet.
En el referido acto participaron algunos líderes de importantes empresas de Internet, como Facebook, Google y Amazon. Los usuarios lamentablemente fueron excluidos en el gran debate. La referida reunión ha sido considerada como el lógico preludio de la próxima cumbre del G8.
Nicolás Sarkozy, presidente de Francia, finalmente consiguió que el papel de los gobiernos en la regulación de Internet fuese incluido en el borrador de la declaración final del Grupo, a pesar de ciertas reticencias de Estados Unidos.
Internet efectivamente ha contribuido a forjar una nueva ciudadanía, la cual no se limita a mantenerse informada de los principales asuntos de interés público, además participa en la discusión y análisis de los asuntos de interés público a través de algunos de los principales ambientes mediáticos que introdujo Internet 2.0, destacando determinadas redes sociales y, por supuesto, Twitter. Por supuesto la nueva opinión pública emergente resulta sumamente incómoda a gobiernos autoritarios.
Internet ha venido gestando un nuevo orden informativo internacional. Recordemos que en el desarrollo de la llamada “primavera democrática” en algunos de los países del mundo árabe, las redes sociales y Twitter observaron un rol protagónico.
Las filtraciones realizadas por Wikileaks generaron enorme nerviosismo en todos aquellos gobiernos renuentes a hacer transparentes sus actos y rendir cuenta de ellos a la ciudanía. La imaginación autoritaria no solo pretende criminalizar el periodismo de investigación –como atinadamente destacó Julian Assange esta misma semana-, peor aún, la imaginación autoritaria parece dispuesta a convertir a Internet en la policía del pensamiento (Orwell). Algunos gobiernos –por ejemplo-, pretenden obligar a los proveedores de Internet (ISP), a revelar información de los usuarios que descargan ilegalmente archivos de música o películas. En China, India y Cuba se practican diversas formas de censura a los contenidos en Internet.
Un argumento que insisten presentar quienes pretenden limitar la libertad de expresión en Internet, destaca que el desarrollo de la red ha propiciado una zona de excepción a normas éticas y morales, como se deduce de las palabras del presidente Sarkozy: “El universo que (internet) representa no es uno paralelo, libre del imperio de la ley, libre de la moral y de los principios fundamentales que gobiernan la vida social en los países democráticos. Desde el momento en que internet se convirtió en parte de la vida de la mayoría de la población, sería una contradicción mantener al gobierno lejos de este inmenso foro. Nadie puede o debe olvidar que los gobiernos en las democracias son los representantes legítimos de la voluntad popular”.
Quienes pretenden impulsar restricciones en Internet también suelen pregonar la necesidad de proteger los derechos de autor y combatir al cibercrimen. Sarcozy, por ejemplo, insistió en la responsabilidad de emitir más leyes para la asegurar la protección del derecho de autor y la privacidad de los usuarios de internet. En Francia, Sarkozy ha decretado leyes que castigan con la desconexión de Internet además de multas e indemnizaciones al usuario que sea culpado por descargar de internet música ilegalmente, como la llamada ley de los “tres strikes”
La defensa de Internet corrió a cargo de organismos que defienden los derechos digitales de los ciudadanos, como la Electronic Frontier Foundation. Por supuesto los directivos de algunas de las principales empresas de Internet deslizaron algunas objeciones y cuestionamientos a los censores. El debate apenas comienza. Sería deseable que los gobiernos autoritarios que pretenden imponer determinadas restricciones a Internet se dedicaran a poner en marcha programas de alfabetización digital en sus respectivas sociedades. La respuesta inteligente a los retos que nos impone Internet obliga a educar, no restringir.
