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¿Sabes qué hacen tus hijos en Internet?
RAÚL ESPINOZA AGUILERA | 22 DE FEBRERO DE 2011

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“Tachito”, tiene 13 años y es adicto a los videojuegos y al Internet, como tantos adolescentes de su edad, pero este personaje de mi novela “Vencedores” (en coautoría con el doctor Ernesto Bolio) llegaba a extremos preocupantes.

Era tanta su adicción compulsiva que, por las noches, le pedía a su mamá refrescos de cola de dos litros, ingiriendo comida chatarra, y pasaba el tiempo de sueño dedicado a navegar en el ciberespacio, chateando, visitando portales, acudiendo a Facebook y a Twitter.

A tanto llegaba su dependencia, que por no separarse de su computadora, no iba al baño a orinar sino que lo hacía en los envases vacíos de los refrescos de cola.

Por supuesto que no hacía sus tareas y su rendimiento escolar bajó notablemente. Se había vuelto muy insociable, casi no tenía amigos, no practicaba ningún deporte y, además, era bastante rebelde con sus padres.

“Tachito” después se aficionó a las “tachas”, se volvió narcomenudista y se vio metido en serios problemas económicos con quienes le surtían de droga.

Un asunto importante que se plantea en el capítulo de esta novela, editada por Panorama Editorial, es ¿dónde estaba la autoridad de los padres? “Tachito” era el típico niño mimado que le compraban cuanto videojuego nuevo salía al mercado. Ingenuamente sus papás pensaban que si estaba buena parte del día, metido en su cuarto y con su computadora, habría que dejarlo en paz, porque eso era lo que le gustaba y aparentemente no le hacía mal a nadie.

Queda de manifiesto en la novela que a sus padres les faltó fortaleza para exigirle a este preadolescente un orden, limitarle el número de horas invertidas en sus videojuegos y, dejarle en claro, que su primer deber era sacar adelante su responsabilidad como estudiante, hacerle ver la importancia de la convivencia familiar, el procurar tener buenos amigos, hacer deporte, comer alimentos sanos, cuidar el tiempo dedicado a dormir, etcétera.

Hace poco me decía un médico, conocedor de esta materia, que cuando un niño se dedica horas y horas a los videojuegos, su cerebro genera una gran cantidad de serotonina, que le produce un placer intenso.

Cuando al preadolescente se le invita, por ejemplo, a visitar a su abuelita, o a tener una reunión familiar con sus tíos y primos… como ya no experimenta ese nivel de placer tan elevado, automáticamente rechaza esas invitaciones o asiste a la fuerza.

Por otra parte, los psicólogos comentan que en Facebook existe una marcada tendencia a reafirmar la propia personalidad como producto de una inseguridad y baja autoestima. Pretenden fabricar una imagen ficticia que les suele llevar a la autocomplacencia.

Los psicólogos parten de que toda persona quiere ser reconocida por algo en su comunidad virtual y algunas o algunos jóvenes llegan al exhibicionismo subiendo fotos o videos poco apropiados, naturalmente a espaldas de sus padres.

El Papa Benedicto XVI en su “Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales” nos habla de este importante tema. Comienza comentando lo maravilloso que ha sido esta revolución cibernética que está modificando la comunicación en sí misma y que es la gran oportunidad de establecer relaciones, construir lazos de comunión y de verdadera amistad.

Pero advierte de los peligros que ello conlleva: “buscar refugio en una especie de mundo paralelo, o una excesiva exposición al mundo virtual” (…) o de “construir artificialmente el propio ‘perfil’ público”.

Añade también: “Hemos te tomar conciencia sobre todo de que el valor de la verdad que deseamos compartir no se basa en la ‘popularidad’ o la cantidad de atención que provoca”. Por ello insiste Benedicto XVI que hemos de transmitir la verdad en toda su integridad y honradez, sin caer en la tentación de desvirtuarla.

Y es que la amistad debe de ser profunda y duradera, basada en la realidad y no en la mentira. Se es amigo de alguien en la medida en que se comparten los mismos nobles ideales e ilusiones. Ninguna amistad puede reducirse a un mero “objeto de consumo” o ser “instrumentalizada” con la finalidad de buscar otros fines distintos al bien del propio amigo.

¡Cuántos casos no hemos leído en los periódicos de adolescentes que son involucrados en redes de prostitución o trata de personas, o bien, jovencitas que se hacen “novias” de un seductor profesional, radicado en un país distante, que lo único que buscaba era el beneficio económico más que el amor verdadero, partiendo del chateo o el Facebook y fingiendo unos rasgos biográficos muy distintos a la realidad!

A los padres de familia, profesores y orientadores familiares les corresponde la delicada tarea de orientar bien a sus hijos o alumnos sobre el correcto uso de estas modernas herramientas de comunicación cibernética.

Hay instituciones como A Favor de lo Mejor en que a los papás se les dan cursos de cómo aprender a utilizar Facebook, Twitter, el chat, etcétera.

De modo que en vez de “encogerse de hombros” y decir simplemente: “Yo ya soy de otra generación; a ésta no la entiendo”, se recomienda a los progenitores procurar involucrarse más, para enterarse qué es lo que ven sus hijos, quiénes son sus amistades a través de Facebook, qué portales suelen frecuentar, etcétera, para poder brindarles una ayuda apropiada a tiempo y anticipándose a posibles hechos futuros.

En este sentido, considero que más vale adelantarse uno o dos años, sabiendo aconsejar a los hijos con oportunidad y formándoles un buen criterio, antes de que ocurra lo que le aconteció al personaje de mi novela, “Tachito”, donde el adolescente se convirtió, en muy poco tiempo, en insociable, adicto a las drogas y en delincuente.

http://www.raulespinozamx.blogspot.com
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Comentario de Octavio Islas

Así es que «Tachito» de forma compulsiva por las noches consumía comida chatarra…
¿la que vende uno de los principales patrocinadores de Yo influyo.com?

Sobre el final de Tachito…

Tan mala suerte tenía que fue violado por un sacerdote pederasta a quien el cardenal Norberto Rivera brindó protección.
Además por pobre y por feo Tachito no fue aceptado por Los Legionarios de Cristo.

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