El jueves 23 de agosto de 2007, Manuel Martín Serrano, catedrático de la Universidad Complutense -Madrid, España- presentó su reciente libro Teoría de la Comunicación. La comunicación, la vida y la sociedad (McGraw Hill 2007) en la Universidad de la Comunicación, en la Ciudad de México.
Los comentarios al libro corrieron a cargo de Rafael Serrano Partida, Jesús Galindo Cásares, Salvador Corral Ayala -rector de la Universidad de la Comunicación- yOctavio Islas.
A continuación, los textos de Rafael Serrano y Octavio Islas.
Semblanza de Manuel Martín Serrano
Por Rafael Serrano
23 de Agosto de 2007
Universidad de la Comunicación
Cuando se me coloca en la función de presentar a un personaje como Manuel Martín Serrano me encuentro con una vida y una obra compleja y vasta, que comprueba el dicho de Marguerite Yourcenar: somos lo miles que hemos sido: la vida de Manuel es como un conjunto de recorridos, diversos, que conforman un mosaico, diría hermosamente veneciano y distal, que comprueban que el trayecto de una vida no tiene misiones ni predestinaciones y que la identidad se logra en el camino, en la libertad que enfrenta el recorrido y sus constricciones. Sartreanamente, dice el propio Manuel, se hizo asimismo a partir de lo que con el hicieron la realidad y las circunstancias. Y eso ha sido Manuel muchos…y que ahora trataré de concentrar en el espejo de mi mirada y en un puñado de palabras convertidas en un pequeño relato…que ahora desanudo ante ustedes:
Manuel es madrileño de nacimiento y andaluz de corazón (criado en la sierra de Córdoba). Es hijo de la posguerra (nace en 1940) y habitante de un tiempo que él le llama del silencio y que nosotros le llamaríamos del dolor, la tristeza y la derrota de la República, pero que la paradoja de la vida lo arroja en un paraíso feudal andaluz (una finca con bosques, plantas y animales que habitaban campesinos). En ese espacio tiempo vive su infancia y adquiere, creo, la noción de la naturaleza (experimenta con las palomas sus cambios de colores) y la sociedad: oye los relatos sobre el sexo, el trabajo, la riqueza y la muerte de las mozas de la finca, y ejerce su primer oficio: reportero que entrevista a vendedoras de castañas, prostitutas y arrieros de hortalizas y que pública en un periódico púber hecho, según dice, para salvar la dignidad y la autoestima y que le afirmaba en su carácter laico y racionalista: se llamaba “El último rebuzno del cura” que para el México de nuestros días sería un best seller.
En ese tiempo del silencio, Arrabal, el dramaturgo del movimiento pánico, era alumno en la escuela a la que asistía Manuel (San Antón de Madrid) y a decir de Manuel, le enseña que para salvar el gozo y la razón, las parábolas surrealistas son eficaces antídotos contra la muerte, si lo interpreto, Manuel aprende estrategias defensivas para enfrentar culpabilidad irracional. Buen falta nos haría rescatar este antídoto en estos tristes días mexicanos.
Manuel, a los 14 años se considera un estudiante medio. Esta en el bachillerato y estudia en una biblioteca pública republicana (aún en la oscuridad de la dictadura hay una sonrisa en el ojo de la mente), en el Hospicio de la plaza del Tribunal, lee sin entenderlos a Darwin, Freud, Spinoza, Voltaire, Rosseau, Goethe, Rimbaud, Gracilaso, Galdós, Boscán, Lorca, etc. Y un día le encuentran los curas de San Antón, en su pupitre el texto de Así hablaba Zaratustra. Se le acusa, surrealistamente de iniquidad. Es expulsado realistamente de la escuela.
Entonces, ya bachiller, la emprende como todos sin saber bien a qué y cómo, por una carrera corta; elije la carrera de aparejador (arquitecto-técnico), donde descubrió que le gustaba la descriptiva: la proyección de los espacios y la transformación de éstos. Pero luego Manuel, dice, traiciona su aprendizaje instrumental y se dedica a la dirección teatral. De la mano de dos cubanos destacados, César López y José Triana, aprende las técnicas de Stanislavski. Ahí, reconoce Manuel comprende como los roles dependen de los objetivos de la acción dramática, aprendizaje que será posteriormente usado en sus metodologías de análisis de los relatos (nadie sabe para qué se aprende). Sin embargo, se consideraba escritor incluso escribe un libro de poemas (según Manuel felizmente no publicado). Cambia de la escuela de aparejadores a la Facultad de Filosofía y Letras. Trabaja en una mina de antracita y descubre a Brecht, y unos hombres, como en el camino a Tebas, le formulan la pregunta: ¿y todo eso que escribes, para qué nos sirve? La respuesta la encuentra en el poeta Gabriel Celaya: la poesía es un arma cargada de futuro. Funda la revista Cuadernos de Arte y Pensamiento. Estrena obras como El círculo de tiza, Esperando a Godot y algunas obras suyas (que desconocemos).
La policía franquista lo hace irse a París. Pobre. Trabaja en Les Halles y es empleado de limpieza en las oficinas de una compañía de seguros. Se matricula en la Sorbona. Aprende lógica y fenomenología. Le aburren los templos existencialistas. Pero Sastre no y su lectura lo lleva al marxismo: cree que la necesidad de transformar la sociedad se encuentra con la libertad del sujeto. Regresa a España y se da cuenta que su carrera teatral ha culminado. Camina hacia la filosofía, se declara un heterodoxo peligroso (existencialista-fenomenológico) que armoniza con la escolástica que busca hacer corresponder el pensamiento con la naturaleza: “nada me afrenta que se me tenga por escolástico, si acaso he sido capaz de sintonizar con esa pasión por descubrir la armonía que existe entre el ser y el conocer, que nos legó la obra de Lulio”. Un escolástico peligroso… ¿verdad?
Para contribuir a este proyecto, se inscribe en la facultad de medicina: Dice Manuel: “En medicina, conocí por primera vez los criterios de diseño y de prueba que se utilizan en los experimentos controlados de la genética o de la histología. Los sistemas de clasificación estructural y funcional que emplea la anatomía o la química orgánica no sólo eran formalmente casi perfectos, además permitían guiar la práctica de la investigación científica”. El método del químico podría aplicarse al estudio, por ejemplo de los relatos bajo el esquema de someter a éstos a los modelos lógicos de organización de los conceptos. La deuda con las ciencias biológicas por el rigor que aportan; y es desde esta tradición que Manuel estudia el funcionamiento de los sistemas sociales. Lo cual le ha valido a Manuel incomprensiones de algunas capillas académicas, diría yo, muy logocéntricas y cerradas.
Se vuelve ayudante de profesor en una universidad anclada en la mediocridad. Mal pagado busca acomodo y tiempo libre, donde pudiera conciliar su vocación intelectual con un empleo con el cual vivir. Lo encuentra como redactor de textos publicitarios. Dice Manuel: “…pasé de la redacción de textos a la planificación de campañas y luegoa la dirección técnica…” Y luego se convirtió en experto en comportamiento del consumidor. Hace la especialidad de Psicología. Investiga lo que se procesaba a nivel de la conciencia de las personas para que los mensajes publicitarios indujesen un consumo controlado. Arriba a la psicología social y de ahí a la economía política. A decir de Manuel: de Kurt Lewin a Karl Marx. Escribe su tesis doctoral en filosofía sobre el origen social, las aptitudes y actitudes de los jóvenes españoles
Regresa a París. Es 1968 y tiene 28 años. El alegato ético de los estudiantes hace que queme las naves de la empresa publicitaria. Pide una beca y se traslada a Estrasburgo para estudiar un doctorado de Estado, trabaja al lado Abraham Moles. Ahí se propone la ardua tarea de unir su experiencia para habitar territorios fronterizos de las ciencias que no sólo son interesantes sino que le incitaban a la creatividad: filosofía, medicina, psicología, lógica, estadística, economía política, etc., con el objeto de producir nuevas técnicas de investigación. Asiste a los cursos de Lacan, Barthes, Moscovichi entre otros.
Regresa a España que vive los estertores del franquismo. Es censurado, pero presiente que la historia se acelera y es necesario estar ante el espectáculo de una dictadura que se desmorona: era necesario no solo estar sino participar en la restauración de las libertades. Manuel participa activamente en la transición a la democracia sin que ello signifique liderazgo alguno ni pretensión.: como un miembro más de la base. Cuando se instaura la democracia vuelve al redil de la academia, es decir, habita la esperanza de una España renacida.
Encuentra una Universidad revivida: liada en los entresijos de un marxismo pobre, pero que permitía discutir sobre cómo construir una sociedad nueva: Enseña las teorías del cambio desde sus fuentes originales, sobre lo hombros de gigantes, como dice Manuel: Marx, Comte, Durkheim. Sus clases se abarrotan: “ningún oyente me preguntó por mi filiación política, ni yo mostré las pruebas de limpieza de sangre democrática, con los que otros compañeros compraban la benevolencia pero no siempre el respeto…”
La siembra en esos años inciertos, verdadera olla de creatividad, empieza a fluir como un surtidor; en los 70s escribe: Sociología del Milagro, El Orden del mundo a través de la TV, Comte el padre negado; La mediación social, Métodos actuales de la Investigación Social, Los profesionales en la sociedad capitalista y muchos y diversos artículos sobre los temas fronterizos que tanto frecuenta y recorre Manuel. Está década nos permite ver que la empresa de Martiniana recuerda lo que ha sido: un buen reportero y un excelente aparejador de lo social, un excelente descriptor. Es una década a lo Proust: nada más que en busca del método y su teoría.
En los 80s, Manuel se enfoca a la construcción de una teoría de la comunicación, a la construcción de un paradigma que responda a una lógica aplicable al conocimiento y a la acción. Con un grupo de académicos emprende la aventura de fundar un estatuto teórico universal para explicar uno de los comportamientos más complejos de los sistemas vivos, desde todas las parcelas del conocimiento: desde la biología y la física hasta la sociología y las ciencias de la cultura, pasando por los saberes lógico-matemáticos. Escribe con sus compañeros de la Complutense: Teoría de la comunicación. Epistemología y análisis de la referencia que se convertirá en piedra de toque, controversia y envidia en ambos mundos: Europa y Latinoamérica.
A esta empresa lo acompañan investigaciones que aplican ésta teoría: el uso de la comunicación por los españoles, los profesionales en la sociedad capitalista y sin duda una obra central: la producción social de la comunicación. Un estudio paradigmático sobre la transición de la dictadura a la democracia en España, donde Manuel plantea, creo, por primera vez, leyes del comportamiento de la comunicación social y explica la ataraxia expresiva del proyecto capitalista hoy conocido como globalizador.
En los 90s pública junto con su esposa Olivia Velarde, libros sobre la juventud española y de ahí llegamos al presente y al libro que hoy nos convoca…y detengo este relato, para que hablen nuestros ponentes…desde el presente…
Queda, les dejo un bricolaje incompleto, una vida que se parece a su obra: compleja, vasta, incierta siempre en movimiento y que podría refrendar lo que la escritora francesa ha dicho: somos los miles que hemos sido. Muchas gracias Manuel.
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Manuel Martín Serrano. Renovar esperanzas en las ciencias de la comunicación.
Octavio Islas
La evolución se tomó cinco millones de siglos para probar las opciones comunicativas que finalmente han configurado las capacidades comunicativas humanas. A Manuel Martín Serrano le tomó 20 años de trabajo escribir Teoría de la comunicación. La comunicación, la vida y la sociedad. Forzado por las circunstancias, Octavio Islas se tomó una semana en leer un libro que hubiese deseado leer en reposo, con la dedicación suficiente.
En Teoría de la comunicación. La comunicación, la vida y la sociedad, Manuel Martín Serrano responde a quienes en la incertidumbre que abruma nuestros agitados días, niegan a la comunicación el reconocimiento de ciencia, y también a aquellos que, sensibles a las crisis que hoy enfrentan las ciencias de la comunicación, promueven la necesidad de trascenderlas para acceder a un estado superior.
–Si el socialismo es la fase superior del capitalismo es posible afirmar que la comunicología admite afirmarse como la fase superior de las ciencias de la comunicación—.
Como sistema, la obra de Manuel representa una contribución definitiva a la legitimación de la ciencia de la comunicación y la construcción de la teoría de la comunicación. En Teoría de la comunicación. La comunicación, la vida y la sociedad,Manuel ofrece inteligentes respuestas a tres dilemas medulares de nuestra CIENCIA: los orígenes de la comunicación –estudio genético de la comunicación-, la naturaleza de la comunicación estableciendo las características y el funcionamiento de los sistemas comunicativos, y la comunicación humana –analizar las relaciones entre la comunicación y la coacción-.
Contrario a las tesis de algunos filósofos del conocimiento que conciben la acción comunicativa inherente al logos en la privilegiada condición de homo sapiens (Eduardo Nicol, por ejemplo, en Metafísica de la Expresión), la comunicación, advierte Manuel, es un tipo de interacción que está inicialmente al servicio de necesidades biológicas y que funciona con pautas zoológicas.
Manuel investiga la comunicación desde la vida pues comprende que la comunicación en primera instancia admite ser entendida como un mecanismo adaptativo tardío. La competencia informativa es una capacidad precomunicativa. En consecuencia el estudio de la comunicación tiene que partir de cuando no había ni cultura, ni sociedad, ni valores.
En Teoría de la comunicación. La comunicación, la vida y la sociedad, Manuel Martín Serrano, destacadísimo discípulo de Abraham Moles, describe los cambios evolutivos que transformaron la comunicación animal en humana, partiendo de una sencilla y profunda reflexión: los comportamientos comunicativos evolucionan a partir de interacciones no comunicativas.
A la paleontología de la información corresponde investigar el tránsito de los usos precomunicativos de la información a las aplicaciones comunicativas. La capacidad de comunicar nunca hubiese sido posible sin una sucesión de transformaciones previas de los organismos y de los comportamientos. La información significativa es necesaria para que la hembra y el macho se encuentren y puedan reproducirse. En millones de siglos los órganos perceptivos de algunas especies consiguieron evolucionar. Las señales de estado sirvieron como signos de identidad. Los primeros animales capacitados para comunicarse con otros, recurriendo al uso indicativo de la información, tuvieron que poseer células nerviosas especializadas y organizadas en un sistema nervioso, por rudimentario que éste fuera.
Los seres humanos y algunos animales tienen la capacidad de usar la información para hacerse indicaciones. Todos ellos son comunicantes. Los comunicantes pueden pertenecer a la misma especie o bien a especies diferentes.
El cambio que representa pasar de competencias informativas a competencias comunicativas supone transitar a una nueva dimensión, reservada para los seres comunicantes: el universo de los objetos de referencia
Los comunicantes se distinguen de los no comunicantes en la conformación de sus cuerpos y en las manifestaciones de sus conductas. A la Teoría de la Comunicación corresponde estudiar una clase determinada de interacciones. Concretamente aquellas en las que dos o más comunicantes llevan a cabo actividades indicativas. Actividades que consisten en producir, enviar y recibir información que se refiere a un objeto de referencia.
La comunicación es un mecanismo evolutivo. La diversidad de especies comunicantes resulta de las mutaciones genéticas, cuando tienen valor adaptativo.
Efectivamente, es posible estudiar la progresiva complejidad y variedad que adquieren los contenidos del universo referencial, partiendo de los cambios en las capacidades expresivas. Las aptitudes comunicativas conseguidas por otras especies que antecedieron a los humanos aportaron el capital evolutivo cuya herencia hizo posible la comunicación humana.
Nuestra especie ha heredado todos los sistemas de instrumentos de comunicación y ha introducido importantes mejoras evolutivas en los instrumentos acústicos y visuales. Han aparecido, en consecuencia, otros instrumentos y sistemas de comunicación que no forman parte del equipamiento humano. El principal rasgo que distingue a la comunicación humana de la animal es la incorporación de las técnicas a la producción, la difusión y la recepción de las señales, mediante el empleo de las herramientas.
La evolución es históricamente demostrable. Los medios, por ejemplo, también evolucionan. En la mediamorfosis o remediación de los medios (Fidler, Levinson, Bolter) los medios se transforman para pacerse más a las facultades o sentidos del hombre. McLuhan tenía razón y Manuel mismo lo reconoce. Los medios de comunicación –y las tecnologías, en general- admiten ser comprendidos como prolongaciones del ser humano. De acuerdo con Bill Gates –Los negocios a la velocidad del pensamiento, utilizando un nuevo sistema nervioso digital-, el complejo y evolutivo sistema de nuevos medios derivados de Internet y tecnologías adyacentes han conformado un complejo sistema nervioso digital en las organizaciones, alterando los cuerpos de las organizaciones y no pocas manifestaciones de sus conductas.
La comunicación participa en la creación de los seres humanos y, por supuesto, de las organizaciones también. El uso relevante de la interacción comunicativa representa, tanto para individuos como para organizaciones, un complejo cuestionamiento.
Los comunicantes evolucionan juntos –los esquemas comunicativos extradeterminados son códigos genéticos-. Conviene pues plantear el estudio evolutivo de los sistemas de instrumentos orgánicos de comunicación como la transformación del sistema en su conjunto.
La aparición de la imprenta y con ella la capacidad de producir en masa objetos comunicativos cierra una etapa en la humanización y acelera el ritmo de la historia. De la Galaxia Gutemberg pasamos así a la Aldea Global. De la Aldea Global a la Economía del Conocimiento y en el largo proceso intentamos ubicar el lugar que le corresponde a la ciencia de la comunicación.
En las últimas páginas de Teoría de la comunicación. La comunicación, la vida y la sociedad, Manuel refiere como al amparo de seductores palabras hemos suspendido nuestro juicio crítico. Así, con respecto al dogma de la dialéctica, Manuel afirma:
“Es un error dar por supuesto que a cada contradicción le sigue un cambio dialéctico. En realidad casi todos los conflictos (comunicación>
“Es un error creer que la dialéctica es un método con el que se explican todos los cambios históricos de los sistemas de comunicación y sus relaciones con los cambios en otros sistemas”
La revolución de las comunicaciones digitales introduce nuevas exigencias en la telenomía de la comunicación. En los nuevos ambientes y escenarios de producción-realización de las comunicaciones digitales se producen frecuentes readecuaciones de las señales a los espacios y nuevos tiempos comunicativos. La velocidad y la relatividad del tiempo afirman su condición de variables cuyo alcance habremos de escudriñar en esta nueva etapa de la ciencia de la comunicación.
Hace algunos años, Gabriel García Márquez dictó un memorable discurso sobre la crisis del periodismo “El mejor oficio del mundo”, que la revista Chasqui reproduce en su número 98, ahora en circulación.
Manuel, quien también fue reportero, como Gabriel García Márquez emprende la crítica del objeto amado -la comunicación-, pues comprende que solo es posible criticar aquello que amamos profundamente.
Teoría de la comunicación. La comunicación, la vida y la sociedad admite ser interpretado como una formidable crítica a no pocas apologías que pretenden afirmarse como metafísicas de la comunicación, u apologías de la metacomunicación -o la netacomunicación-, diría, quizá, Jesús Galindo.
El reciente libro de Manuel Martín Serrano contribuye a permitirnos renovar la esperanza en las ciencias de la comunicación, a pesar de advertir las crisis que hoy abruman a los medios de comunicación convencionales y las crisis que históricamente han distinguido a la academia de comunicación -atrapados en politiquerías estériles, inercias y caudillismos, mientras afuera se multiplica la subempleabilidad de la inmensa mayoría de nuestros egresados.
Manuel no persigue el propósito de crear una secta, fundar una iglesia o establecer un nuevo evangelio.
Su gran mérito sencillamente radica en la generosidad de un noble propósito: afirmar la legitimidad de las ciencias de la comunicación, despejar dudas sobre la indispensabilidad de la teoría de la comunicación.
Gracias Manuel, pronto brindaremos con el mejor tequila del mundo: Herradura Blanco.
