La muerte y el caos reinan en Ciudad Juárez
Por Margarita Solano Abadía, corresponsal México.
Ciudad Juárez ha sido en los últimos meses una población militarizada. Soldados y miembros de la Policía, federal y municipal, intentaban controlar la violencia.
Corresponsal de El País cuenta cómo se vive hoy en la ciudad más violenta del mundo.
Atres horas y media de Chihuahua, la capital del estado fronterizo mexicano, está Ciudad Juárez. Desde el 2000 apareció en la escena mediática tras las noticias sobre mujeres mutiladas, violadas y asesinadas en las laderas de los parques industriales. Sumaban cientos de ellas ejecutadas con violencia hace diez años. Hoy cuatro mil cuerpos inertes entre mujeres, pandilleros, niños y soldados, hacen parte de la estadística que la ubica como la ciudad más violenta de México.
La carretera que introduce a Ciudad Juárez es digna de cualquier pueblo fantasma. El miedo susurra en el viento caliente de una tarde en donde la temperatura llega a los 36 grados. La autopista luce vacía. Del lado del copiloto se observan las primeras gasolineras de la fúnebre avenida. Pero en ellas nadie atiende. “De seguro esa no pagó ‘cuota’ y por eso también está cerrada”, comenta un funcionario de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal, con la esperanza de encontrar una gasolinera con alguien que llene el tanque de su automóvil.
Comerciantes de las gasolineras y de todos los estratos sociales se han visto afectados por las ‘cuotas’ que cobran los sicarios al mando del cartel de Juárez y el de Sinaloa. “Deme millón y medio al mes y va estar cuidado” es la frase que repiten los delincuentes. “De lo contrario, ya sabe lo que le ha pasado a los demás”, agregan.
Las extorsiones de los brazos armados de un bando o de otro han dejado más de 130 negocios cerrados y otro tanto más ha visto sucumbir su ferretería en medio de las llamas. Esqueléticas construcciones carbonizadas, son la vista panorámica de la carretera que lleva a Ciudad Juárez.
Pasan 35 minutos antes de que otro vehículo merodee por la autopista. Ahora ya van de regreso a Chihuahua –a más de 100 kilómetros por hora- 53 tanquetas del Ejército mexicano. En cada una de ellas, doce hombres fuertemente armados sentados en fila india de seis en seis. De pie, otros cuatro soldados con armas de largo alcance se cuidan mutuamente.
Hace dos años, el presidente de México, Felipe Calderón, asignó a Ciudad Juárez más de dos mil soldados del Ejército para trabajar en el ‘Operativo conjunto Chihuahua’ en coordinación con tres mil policías entre federales y municipales.
La semana pasada, fuentes oficiales hablaron a puerta cerrada del retiro de las fuerzas castrenses en Ciudad Juárez.
En el kilómetro 31 está el primer peaje. No hay un solo elemento de seguridad. Lo contrario ocurre en el kilómetro 216 a escasos 40 minutos de llegar a la ciudad fronteriza. En la caseta de cobro ‘Villa Ahumada’ está el retén militar.
Como un cortejo nupcial, se ubican 20 de los dos mil soldados del ejército. Portan una paleta de madera por un lado roja y del otro verde. Si tiene suerte, el color militar lo hará llegar a Juárez minutos antes. Si no es así, debe pasar a uno de los seis carriles para ser inspeccionado. La revisión incluye bajarse del vehículo, abrir todas las compuertas, contestar preguntas como “¿a qué viene?”, “¿cuándo se va?”. Muchas veces también husmean en las carteras, billeteras, zapatos y bolsillos.
Esto para los carros convencionales. Para los de carga y remolque la inspección implica que los vehículos pasen por una especie de rayos X que escanea la mercancía. La fila de hoy supera los tres kilómetros.
