EL RETO DE COMUNICAR PARA MANTENER LA CONFIANZA
Las actuales sociedades son esencialmente urbanas, tanto cualitativa como cuantitativamente. Implican el desplazamiento y reemplazo de las relaciones personales por relaciones institucionales, mediáticas, digitales, extrapersonales.
Antes, las relaciones políticas se creaban de manera personal e inmediata, los liderazgos se edificaban en el contexto más cercano, con agrupaciones partidarias más próximas al ciudadano, de manera que el único vínculo eran los partidos, por lo que se construyeron relaciones clientelares más que verdaderos ejercicios de comunicación con la ciudadanía.
MÁS ALLÁ DE LA LEGITIMIDAD ELECTORAL
Ahora, en la dinámica de la llamada “sociedad de la información” y en medio de una “revolución digital”, la disputa por el poder político no se limita al marco del Estado, sino que se ubica en el espacio de la ciudadanía.
Las instituciones deben evitar la tentación de sólo ser eficientes, porque ya no alcanza. Deben ser participativas y transparentes, áreas donde la reflexión y la cooperación se conviertan en el vínculo que los une con la población.
Hannia Vega señala que no basta la legitimidad electoral alcanzada por el voto popular, sino que “necesita sustentarse cada día en planteamientos y políticas originadas en acuerdos de mayor profundidad con la sociedad civil”.[1]
En el desempeño gubernamental y para el mantenimiento del poder, es vital concertar acciones con otras instancias de gobierno: federal, estatal y municipales, con el sector privado y, por supuesto con la sociedad. Acciones que permitan afrontar la infinidad de retos diarios: basura, agua, seguridad, desarrollo económico, por mencionar algunos.
TRANSPARENCIA
Adicionalmente, la ley obliga a las instancias públicas a transparentar sus acciones (creo habría que valorar el desempeño de las empresas privadas, veamos el caso de los grandes corporativos norteamericanos que en buena medida propiciaron la crisis, de la cual, aseguran, ya salimos). Desde 2004, en el Estado de México los ciudadanos tenemos la posibilidad de solicitar información sobre el actuar cotidiano de nuestras autoridades.
De acuerdo con el Instituto de Acceso a la Información del Estado de México, este año se han registrado 12 mil 827 solicitudes de información a los denominados “sujetos obligados” y de este número, 8 mil 53 –es decir 62.7 por ciento-, corresponden a la actividad de los ayuntamientos. Esa proporción se mantiene al revisar el número de recursos de revisión: de 2 mil 207 recursos, mil 782 (80.7 por ciento del total) se refieren a información de los ayuntamientos[2].
Eso muestra claramente el interés que existe en la tarea de los gobiernos municipales, en virtud de que son la instancia de autoridad más cercana a la población; sin embargo, esas peticiones de información son realizadas, en su mayoría, por periodistas o rivales políticos y no propiamente por los ciudadanos, quienes estamos más ocupados en lograr el sustento de nuestras familias, que en observar a las autoridades a través de solicitudes específicas de información.
La evaluación del gobierno la realizamos todos los días, cuando abordamos un camión, andamos en las calles, cuando nos asaltan, cuando falta la luz, cuando se pierde el empleo, cuando no hay oportunidades para estudiar. Ahí está la verdadera observación del ciudadano.
Los recientes resultados electorales de julio pasado demuestran que durante las campañas, para obtener triunfos no basta con muchos recursos económicos y estrategias de mercadotecnia (a las que son tan afectos algunos). La lectura del resultado indica que, si bien operó la maquinaria electoral de los partidos que obtuvieron triunfos –de manera contundente a favor de los priístas-, la ciudadanía hizo un claro reclamo a las autoridades salientes por no haber tenido la capacidad de mejorar las condiciones de vida de la población. Evaluamos los gobiernos, no las campañas.
Es decir, más allá de la coyuntura electoral, donde el esfuerzo se concentra para el día de la elección y la meta es lograr que la gente vote por una determinada opción de partido; ahora la sociedad evalúa diariamente y en todos los aspectos la gestión de gobierno, como proceso para mantener o no la confianza en determinada alternativa.
Por ello, es vital escuchar. (Dicen que por eso tenemos dos oídos y sólo una boca, para escuchar mejor antes de hablar).
CONFIANZA
Pero ¿en quién confía la gente? La Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas 2008[3], indica que la mitad de los ciudadanos mexicanos consideramos que vivimos en una democracia, pero uno de cada tres está insatisfecho con ella. La mitad, también, cree que está más cerca de un gobierno que se impone, que de uno que consulta.
De las personas encuestadas más de 60 por ciento tiene poco o ningún interés en la política. Cuatro de cada diez mexicanos considera que a las personas del gobierno no les interesa lo que piensan y 18 por ciento considera que no tiene nada que opinar sobre lo que hace el gobierno. La mitad de los ciudadanos señala que el voto es la única manera de opinar sobre lo que hace el gobierno.
A la institución que más confianza le otorgamos los mexicanos, según la encuesta, es a la familia (93 por ciento). Las instituciones en las que también confiamos son: los médicos, la iglesia, el ejército y el IFE. Las instituciones con menos confianza fueron los sindicatos, la policía y los partidos políticos.
Sin embargo, tampoco es posible gobernar a partir, solamente, de los problemas de la gente, porque difícilmente podrán resolverse todos. El gobernante debe conocer qué piensa la gente, pero no moverse únicamente a partir de las encuestas, debe encontrar los puntos coincidentes entre su propuesta y plataforma de gobierno y las demandas de la población.
Felipe Noguera[4] habla de la necesidad de desarrollar la Campaña Permanente. Quienes hemos trabajado en campañas políticas sabemos lo difícil que es ganar una elección –y que ese triunfo es uno de los momentos de mayor alegría-, pero en realidad lo más difícil es gobernar bien y mucho más difícil, todavía, salir bien parado al finalizar el mandato.
Para ello, el primer paso –que aquí ya se está dando- es escuchar y, luego de escuchar genuinamente, definir el objetivo de la gestión, plantear lo que algunos especialistas denominan la “imagen objetivo”. Trabajar de adelante para atrás. Deben existir objetivos de largo plazo, porque de lo contrario los problemas cotidianos –que no son pocos- consumirán la gestión y sólo seremos administradores de problemas. Es necesaria la visión estratégica.
Se obtiene el voto por lo que se ofrece hacer y a partir de ello, el respaldo ciudadano cuando ya se es gobierno. Por lo tanto se requiere un discurso unificado, no un solo mensaje. Ese único mensaje funciona en campaña, pero en el ejercicio del poder se debe estar atento a dos factores: tiempo y circunstancia. El tiempo se agota y las circunstancias cambian constantemente.
Antes de salir a hablar, es necesario haber escuchado y después, organizar al equipo.
En campaña todo es un caos, primero debe convencerse a quienes están en el equipo para hacer las cosas de determinada manera… y a veces no todo se logra, y a pesar de ello se gana; pero en el gobierno no se puede permitir el lujo de optar o no por una comunicación eficaz.
Es vital, primero, una comunicación interna para lograr una efectiva comunicación externa, social o institucional. Error frecuente es pensar que quienes hacen la comunicación de gobierno son sólo algunos especialistas. La comunicación la hacen todos, absolutamente todos los integrantes de la administración pública.
Desde quienes tienen la responsabilidad de limpiar las calles, colocar una lámpara, atender una ventanilla, procesar un trámite, garantizar la seguridad, resolver una fuga de agua, atender una emergencia, hasta las autoridades, en este caso, el presidente municipal, los síndicos, regidores y directores del Ayuntamiento. Todos, absolutamente todos comunican y a partir de lo que hagan o dejen de hacer, digan o callen, la ciudadanía se forma una imagen del gobierno y decide respaldar o no una acción… y más adelante, al paso de los meses o años, decide si ratifica o retira su voto.
Quien piense que no comunica, seguramente está comunicando mal.
Los gobiernos que llegan al poder para hacer las cosas bien, pero no dicen qué cosas van a hacer y no fijan un objetivo de largo plazo, muchas veces terminan atrapados en sus propias redes y pierden el respaldo ciudadano.
En las condiciones actuales: un escenario económico adverso –aunque aseguran que ya acabó la crisis, habrá que ver si así se refleja en las condiciones de vida-, un clima de creciente violencia –donde parece que lo único organizado es el crimen-, y con mayor competencia política –tanto al interior de cada partido, como entre ellos-, el reto no se vislumbra sencillo.
Es ahí donde la comunicación desempeña un papel estratégico; sin embargo el escenario planteado muestra que esa área de la gestión pública no es prioridad y menos podrá serlo cuando pareciera -de manera natural- más importante gestionar, generar o ahorrar los recursos económicos para pagar las nóminas, reducir los adeudos heredados o arrancar obras y acciones de beneficio colectivo; además de combatir la delincuencia y generar alternativas de desarrollo económico.
Sin embargo, debe reflexionarse sobre la comunicación. ¿Se hará -como en la mayoría de los casos- en un nivel operativo? o ¿Se hará una tarea vinculada con la política, de manera que se convierta en estratégica?
La sociedad sólo puede «percibir» el trabajo de los ayuntamientos, a partir de la comunicación que los mismos gobiernos hagan… con efectividad y a partir de los hechos. Lo que la política y la administración no resuelve, la comunicación no lo repara.
«Una Comunicación Institucional que minusvalora la responsabilidad social de la organización provoca cierto malestar, porque defrauda la expectativa de los ciudadanos», señala José María La Porte[5].
Las alternativas cada vez son más amplias. Un estudio elaborado para la Unión Internacional de Telecomunicaciones, denominado “Digital.Life”[6], señala que ya estamos en la revolución digital. Una de cada tres personas posee y utilizan un teléfono móvil digital y se destina más tiempo a la consulta de internet que a Televisión o Radio.
Según el estudio, las personas menores de 18 años dedican a los medios digitales 14 horas a la semana; a la televisión 12, a la radio seis y a los periódicos, revistas y cine, dos horas.
En la franja de edad comprendida entre 18 y 54 años, el mundo digital se lleva 16 horas, la televisión 13, la radio ocho, los periódicos y revistas dos y el cine una.
Los mayores de 55 años son los menos asiduos a los medios digitales, dedicándoles ocho horas y media semanalmente, frente a las 16 que aún destinan a la televisión.
En “Razón y Palabra” se publicó un artículo de Octavio Islas[7], que refiere un análisis que World Internet Project llevó a cabo este año sobre el impacto social de la red en nuestro país. Señala que de los usuarios de Internet, que suman más de 25 millones, la mayoría son hombres (58%) y jóvenes menores de 26 años (64%).
Continuar lectura… http://rjoya.spaces.live.com/blog/cns!BE014ABC133A16BE!199.entry
