3144 México, Federico Reyes Heroles, Votar y marchar, Reforma, 2 de junio de 2009

Votar y marchar

Federico Reyes Heroles

Reforma 2 Jun. 09

Dividamos el problema: por quién y por qué votar. A cuatro semanas de las elecciones, en medio de una campaña de costos multimillonarios, sometidos a un bombardeo inmisericorde de spots vacuos, sin discusión real, sin debate entre los contendientes, inundados de descalificaciones, al día de hoy yo no sé quiénes son los contendientes que me tocan. Confieso que tampoco me acuerdo del nombre de mi representante a la Asamblea, ni del diputado o diputada de mi distrito. No encuentro diferencias en las propuestas ¿cuáles propuestas? Postes con rostros que dicen muy poco, bardas con colores partidarios que tampoco me comunican algo. Seguramente soy una excepción pero, en fin, no sé por quién votar.

Los candidatos, que en el mundo se han convertido en un factor decisivo para elegir, en México conforman un intrascendente desfile que nunca termina. Si mi delegado lo hubiera hecho muy bien, si mi representante y mi diputado hubieran regresado a la ciudadanía acomunicar sus logros, probablemente me inclinaría porque continuaran en sus encargos. Pero como la reelección en México está prohibida, lo único cierto es que llegan a sus puestos obligados a pensar en el próximo escalón. Las motivaciones centrales de los electores se dividen en dos: las ideologías y las personas. Las personas han ido desplazando a las ideologías. En México, sin reelección, sin candidatos independientes, la posibilidad de dar apoyo al proyecto o resultados de las personas nos está vetado. En mi caso no tengo un voto ideológico, ni militancia virtual, es decir no voto por una posición de izquierda o de derecha, ni por un partido sistemáticamente. Prefiero seleccionar posturas y buscar equilibrios, es decir siempre divido mi voto. ¿Qué hacer?

Soy un convencido de que la actual ley electoral, la que nació con reformas constitucionales y de ley secundaria en el 2007, concentró aún más el poder en las dirigencias de los partidos.

  • La remoción de los consejeros del IFE,
  • La forma de designación de los sustitutos,
  • La prohibición a los ciudadanos y a las organizaciones ciudadanas de participar en el debate a través de los medios,
  • La erección del IFE en censor de la calidad de las campañas, el brutal poder de las dirigencias partidarias para distribuir candidaturas siguiendo los más oscuros intereses, a empresas por ejemplo, todo junto hace que la elección se vea como una burla.

Burla es la promoción disfrazada de algunos personajes a través de las pantallas. ¿Qué lograron con su reforma staliniana? ¿Control, calidad en las propuestas, independencia de los medios, más transparencia en el manejo de los recursos públicos? Falso, lo que propiciaron, como era previsible, es que los espacios de promoción de los suspirantes, no sólo a la Presidencia sino incluso a las delegaciones, mendiguen frente a los medios por espacios. La turbiedad no podría ser mayor. Ahora sí los reyes de la contienda son los medios, de ahí las entrevistas generosas, las imágenes de ciertos gobernantes transmitidas como si fueran notas informativas de los noticiarios. Gracias a la contrarreforma ya regresamos a las «gacetillas», aquella fórmula corrupta del sistema autoritario en la cual se pagaba propaganda disfrazada de nota informativa. ¡Fantástico!

Entiendo y comparto el hartazgo, el enojo de muchos ciudadanos que hoy se preguntan por qué votar. Según algunos estudios, los más pesimistas, consideran que de un padrón de más de 70 millones de electores votaría sólo un 30%, es decir poco más de 23 millones.Reforma apunta que uno de cada diez votantes podría anular su voto, es decir más de dos millones. De ser así los votos nulos se incrementarían en alrededor de 7% en relación con las tendencias previas. De ahí la porción mayor sería de ciudadanos inconformes con el perverso sistema de concentración de poder en los partidos y no errores al votar. Sin embargo los votos nulos como forma de expresión del entendible hartazgo tienen consecuencias no deseables. En primer lugar fortalecen a los partidos con voto duro, es decir principalmente al PRI, paradoja de paradojas, el gran autor de la contrarreforma. En segundo lugar, dado que el sistema electoral está diseñado para contar votos a favor de los partidos, no habría forma de confirmar cuál fue el mensaje. Alguien con credencial de elector que se toma la molestia de ir a votar y anula su voto transmite inconformidad, pero no hay forma de leerlo.

Estamos atrapados. Hoy vivimos la partidocracia a diario.

  • Sin reelección
  • Sin candidatos independientes
  • Con campañas disfrazadas en los medios
  • Maniatados como ciudadanos
  • Sin mecanismos jurídicos de impugnación
  • Con un censor oficial puesto a modo de las dirigencias, me queda claro que la burla llegó a sus límites.

Cómo transmitir el hartazgo ¿anulando votos? Puede ser. Pero quizá sería mejor votar, para no ceder el espacio, y después ir a una marcha del hartazgo, eso sí aclararía el mensaje. Podríamos ser más de un millón en todo el país

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